30 años y una meta

“...y son las puertas de nuestro mundo interno, que se abren majestuosas y humildes, densas y leves, sombrías y luminosas, para comprender aquello que aún no tiene forma ni existencia en la memoria.”


30 años y una meta

En 1978, Mireya Baglietto interrumpe su exitosa carrera de ceramista en respuesta a profundos cuestionamientos sociales y espirituales sobre el origen y futuro de la humanidad. En 1980 inicia un nuevo camino que la llevará a la creación de
La Nube, un espacio plástico de percepción polisensorial que estimula todos los sentidos con la intención de provocar una incidencia sensible en el sistema de comprensión.
Con el transcurso del tiempo La Nube va transformándose hasta convertirse en lo que hoy es, una obra emblemática del arte contemporáneo argentino, cuya característica esencial radica en la profunda capacidad de interacción que provoca en el publico participante quien, por medio de un espejo, libera la mirada convirtiéndolo en un co-creador activo de nuevas percepciones de ingravidez e inmaterialidad.
A partir de un espacio existente, La Nube se “construye” con telas tratadas plásticamente que cubren techo y paredes. Las telas caen por gravitación configurando estructuras de carácter orgánico, que sin ser figurativas tienen analogía con la naturaleza. Estas construcciones arquitectónicas, se complementan con estímulos sonoros y lumínicos que provocan experiencias desconocidas por la consciencia ordinaria, imposibles de expresar con la palabra. La “magia” de entrar en esos territorios es provocada por un espejo que cada participante recibe para recorrer la obra. A las múltiples versiones de La Nube se suman otros espacios de características análogas tales como La Trama Humana, Arcoiris y los actuales espacios cinéticos.
En el Arte Núbico, todo es muy simple y a su vez complejo, tal como pudo ser el tajo que Lucio Fontana hiciera en la tela con el propósito de tocar el espacio, o como el salto al vacío que Ives Klein diera con la intención de trascender la condición humana. Asimismo es tan espiritual como el vínculo con la materia que creara Paul Klee y tan comprometido socialmente como las acciones públicas que llevara adelante Joseph Beuys. El Arte Núbico tiene una cierta aproximación a los propósitos de Lygia Clark y Helio Oiticica, porque como ellos, destaca la sensorialidad, la participación y el espacio.
La experiencia núbica ubica a la propuesta en una nueva función del arte, categorizando a la percepción y a la imaginación como actos de creatividad capaces de generar tantas obras como participantes las recorran. El Arte Núbico es intangible, sin embargo la resonancia pública y a su vez intimista de la aventura que se vive desde la virtualidad del espejo, muestra a este hecho estético como un instrumento capaz de avanzar hacia la ética de lo inconcluso, de lo revulsivo, de lo transformador, proponiéndose como continente fértil para el despliegue y evolución del espíritu humano.
Hoy, como hace 30 años, la meta sigue siendo provocar apertura en las consciencias, para una mayor comprensión y desarrollo no dogmático del pensamiento y la espiritualidad contemporánea. El método, la experiencia multidimensional que propicia la ingravidez. Las “materias”, la mirada y el espacio atemporal.
“ARTE NÚBICO, miradas para un mundo en cambio” es una muestra a instalar en universidades y otros espacios de la cultura. Tiene como objetivo difundir experiencias y conceptos de la obra de Mireya Baglietto para ser debatidos e integrados a diversos territorios de la cultura.